miércoles, 14 de marzo de 2012

a medio pulmón

Lápiz nuevo, con goma arriba. La misma plaza de siempre, terraza, el sol a lo lejos. El tribunal de tiburones del soneto de ayer me acecha la memoria. Hace cinco meses que apenas llueve y la tierra se resiente tanto como mi piel. En este rincón de ciudad los sueños volaban de cabeza a cabeza, se enredaban en las ramas secas, se esparcían por el asfalto helado de un invierno que ya es nostalgia. Como siempre -también- arrastro la culpabilidad de lo negativo. Y compro lápices nuevos, busco palabras bonitas, una chaqueta hermética que repela el desdén, pero las depresiones ajenas calan profundo y hay una voz que me retumba por dentro sin dejar que me concentre como quisiera en la hipnosis de tu cuerpo. Echo de menos algún cachito de mí, aquel de los nocturnos al piano, de los ratitos de mar... ése yo que era capaz de sentarse al sol y fumar sin ansias.

domingo, 4 de marzo de 2012

hay cositas, tranquilas como el pan

Zumba dentro de mí el poema de las cositas de Salvador Dalí. Una rara mezcla de surrealismo y absurdo extiende sus inmensos brazos sobre mi cuerpo. Tras la oscuridad, vacío. Y en el vacío de una voz, de un sueño -qué enrome vacío el de un sueño-, de una taza sin café, se desvanece como espuma el tiempo. Pasan los días a la velocidad de la luz, ¿dónde quedó el espacio para sentir? Y las ganas, en qué punto del camino se perderían las ganas... De gritar, de leer, de lanzar pintura rosa contra la Bolsa y echar risas locas los sábados a las mil. Rabia contra el sistema y un cigarro detrás de otro. Sáciese a porrazos, señor policía, que la rabia seguirá intacta y en el telediario solo darán epítetos para idiotas. Se ve que las victorias del Barça son motivo suficiente para que el mundo duerma con absoluta tranquilidad. ¿Sabe?, mañana será martes y no estaremos igual, ni siquiera seremos los mismos, bendito consuelo. Los pequeños sortilegios, los pequeños sortilegios, los pequeños sortilegios... ¿Sabe?, mañana quizás vuelvan, cositas muy pequeñitas colocadas ahí arriba en un rincón. De hecho, seguro que ya están ahí, tan solo tengo que abrir los ojos y enfocar la mirada un poco mejor. Los pequeños sortilegios pican.