miércoles, 3 de septiembre de 2014

anticiclón



será como un anticiclón
la pura realidad que nos atrapa


Han aparecido juntos en el buzón, Lorca desde Madrid y Pessoa desde Lisboa. Las postales son pedacitos de viajes que no he hecho, pero como si. Quizás ellos -Lorca y Pessoa- tengan la convicción suficiente para hacer estallar de una vez la tormenta. Está ahí desde hace días aunque no cae. Cada día a esta hora las nubes negras. Y el desasosiego de esperarla, de saber que está acechando y que de un momento a otro caerá, porque nos han enseñado que así funcionan las cosas. Pero no estalla y da rabia -siempre da rabia aguardar algo que después no sucede-. Por lo menos, suenan sin parar canciones nuevas que me tientan a coger el coche y a conducir lejos. A subir el volumen y acelerar, las ventanas abiertas, el viento, la música, el mar, una de esas carreteras que llevan al faro. Si cierro los ojos todavía puedo volver a recorrer la ciudad de las esquinas y el abandono dentro de ese Golf azul eléctrico con casetes de años ha. Las canciones también quieren viajar y yo las dejo que me tienten. De aquí a Bilbao, de aquí a Oslo, de aquí a Plutón, donde queráis. Sólo sonad -les digo- mientras acelero hacia la tormenta para que reviente el cielo. Si te digo la verdad, la sed de lluvia de hace unos días venía de las ganas de regodearme en la nostalgia, pero después de tanta espera, lo que me apetece ahora es que caiga tan fuerte el chaparrón que el ruido del agua sobre la chapa del coche lo ensordezca todo. Pessoa me mira bajo su sombrero como queriendo decir "qué sabrás tú de chuvas" y le contesto que nada. "Nada", aunque sólo para que no se ofenda, porque bien tiene que saber él que muchos libros también son pedazos de vida que no has vivido, pero como si.