miércoles, 28 de septiembre de 2011

engrunes, pluja, tardor

S'escola la tardor per les escletxes de les persianes; encara no he sabut renunciar a la rutina estival de dormir amb les finestres obertes, tot i l'exigència de la pell. Tardor a les parets, als prestatges, entre els llibres, sota el llit. Rememoro els trons que la matinada d'ahir van despertar-me a batzegades, brrrrrum! Amb tant de renou dins la memòria, les gotes de pluja (que aquest vespre cauen amb inèrcia de ploma d'ocell) esdevenen engrunes de tristeses esmicolades, petits vidres d'un mirall trencat. Necessito fulles seques a dolls, marró castanya, taronja occidat, vermell magrana, groc envellit... tempestes de romanticisme que tenyeixin el gris de l'asfalt dels colors de la caducitat, de tot allò que mor per tornar a reviure demà amb més força.

viernes, 9 de septiembre de 2011

la tendresa de les paraules

Recuerdo que el sol quemaba, estaba sola y tenía unas ganas infinitas de lluvia. Se me escapaba el humo del cigarro entre los labios mientras me venía a la cabeza aquella frase que había encontrado removiendo papeles viejos: He perdut el fil d'una pila de vides que em servien d'abraçada, i ara hi ha tardes que sento que em falten capes sobre la pell. Me quedé absorta mirando la ceniza y la taza de café. Pensé que si hubiese bajado del metro un par de paradas antes, me habría sentado a desayunar en la terraza de aquel bar chiquitín, al lado de su trabajo. Podríamos habernos cruzado por la calle; con suerte, hasta podríamos haber coincidido en el bar. La habría abrazado con la mirada y le habría dicho a silencios que m'enamora el seu tarannà (perquè hi ha ulls, i mirades, i somriures i veus i cadències i paraules -la tendresa de les paraules-, que enamoren). Pero estoy aquí, me dije, porque hace tiempo que dejé de jugar a perseguir casualidades. Seguí mirando absorta el hilo de humo del cigarro al consumirse, me quedaba medio dedo de café en la taza y tres o cuatro notícias en el periódico. Creo que fue por aquellos tiempos cuando me enganché a la nostalgia, a la maldita nicotina del echar de menos...

jueves, 8 de septiembre de 2011

una mañana cualquiera de abril, o de marzo, o de junio

La niebla se fumaba el horizonte aquel amanecer de primavera. Salí a recoger algas con los pies descalzos, como de costumbre. El sueño se me despegaba de los ojos a medida que las olas, tímidas, se abrazaban a mis tobillos. Caía lluvia de aquella tan finita, de aquella que apenas se ve. No recuerdo cuánto tardé en ver tu patinete varado en las rocas (un patinente de esos de mar, con pedales y un pequeño tobogán en la popa). Tampoco sé del cierto si la niebla era densa o la lluvia finita, pero ¿sabes?, no importa. Sería una mañana cualquiera, como todas las mañanas de abril, o de marzo, o de junio. Lo especial era que estabas allí, y era tu presencia la que hacía que las nubes se fumasen el cielo y el mar desprendiese morriña. Apareciste así, de repente. Tu cuerpo inerte sobre la arena despertaba tranquilidad, tanta tranquilidad que te acosté en mi cama casi sin despertarte. Y allí dormimos todas las noches hasta hoy. Aterrizaste en Mar de lluvia como quien aterriza en Plutón, y pronto te acostumbraste a la rutina de salir a recoger algas cada amanecer y a este reloj que se salta las horas cuando tiene prisa y cuenta los segundos a cámara lenta cuando siente la necesidad de pararse a respirar.