viernes, 20 de marzo de 2015

deriva


Había caminado tanto por todas aquellas calles que llegó a sentirlas extensiones de las venas. Las había recorrido huyendo del invierno que le crecía por dentro, dejando que los pies siguiesen las aceras con sol o buscasen las cornisas más anchas cuando llovía. Se hacía de noche pronto y hacía frío, mucho frío, pero no le importaba. Llevaba chaqueta y zapatos verdes y se paraba bajo las farolas porque le parecían jodidamente bonitas. Más tarde descubrió que las miraba más por necesidad de luz que de belleza; porque estaba perdida, tan perdida que gastaba todas las horas del día en recorrer sin parar venas que no eran suyas.