domingo, 13 de octubre de 2013

sandías



Las estelas de los aviones se confunden con las nubes. Hoy no lloverá, dice la abuela con los ojos en el cielo. No lloverá y comeremos en el jardín, seguramente será el último domingo que comamos fuera. Desde que terminó el verano he tenido que pasar muchos ratos mirando el mar y las sandías de Frida Kahlo para entender que es inútil la rabia, que está de más arañar la vida y escupirle reproches al mundo porque nunca nadie me advirtió de lo difícil que sería asimilar la decadencia, aprender a convivir con las paredes torcidas, con los espejos agrietados y los cipreses secos sin que las astillas de la pena hiciesen estragos en las entrañas. Hay nubes blancas y nubes grises y algunos trozos de algodón deshilachado de color malva, pero no lloverá, al menos hasta la noche. El humo de los cigarros también se confunde con el de la hoguera, si sigue subiendo acabará por confundirse con las estelas y los cúmulos o estratos o nimbos o cualquiera de estos pedazos de felpa que cuelgan del cielo. Tampoco sirve de nada el rencor ni las nostalgias preventivas que convierten en recuerdo lo que no ha terminado de suceder aún. 

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