lunes, 3 de marzo de 2014

saliva

M'he esbandit els ulls d'odi
Montserrat Abelló

Se derrite el chocolate en la boca. Aprieto la lengua contra el paladar para retener el sabor. Todo el odio y toda la rabia se concentran en las mandíbulas, las muelas de arriba contra las de abajo para no escupirle en la cara las crueldades que se me pasan por la cabeza. Le hubiese tirado encima hasta los platos sucios. Los he visto volar por los aires y aterrizar sobre su cuerpo, y detrás de la vajilla venía también la ropa arrugada, las llaves de casa, el piano, los gritos, la... ¡Basta! He frenado la imagen con los puños y los colmillos para evitar el arrepentimiento. ¡Basta, basta! Que la rabia no se convierta en pensamientos. He arañado con los ojos la pared mientras se me apelmazaban las lágrimas detrás de los párpados. No llorar, no decir, no pensar. Clavar las uñas en las palmas de las manos, los dientes en los carrillos y una presa de chocolate en el paladar para cauterizar toda la rabia y todo el odio que no hay que decir, que no sé llorar, que no quiero pensar. Esperar a que se derrita, poco a poco. Y tragar lentamente el líquido espeso y dulce que se mezcla con el regusto a óxido de la sangre. Se irá deshaciendo hasta desaparecer. Unos minutos y no quedará más que saliva. Saliva para fregar los suelos de la conciencia y borrar la culpa de haber pensado, de haber sentido. Nadie sabrá que el precio de evitar hoy la guerra es que mañana cueste un poco más respirar. 

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