jueves, 15 de agosto de 2013

arañas

Se hace raro ver la casa tan sola estos días. Entre tanto silencio el crujir de los muebles retumba más que nunca, pero no quiero tener miedo de los ruidos vanos. No quiero tener miedo, me lo susurro mientras miro crecer las telarañas en el jardín -hay una enorme, cada mañana se hace más ancha y ya une la hiedra con las ramas del limonero y los delgados tallos del jazmín-. Pienso que son como las grietas que se abren lentamente en las paredes del salón, venas invisibles que también resquebrajan las baldosas del suelo y los azulejos del baño, abrazándose a nuestro refugio como la huella inevitable del tiempo. Mamá pone alfombras y pinta enredaderas de campanillas lilas para tapar y disimular sus zanjas. Estos días me he dado cuenta de que a pesar de todo, de todo, ella no ha perdido nunca la ilusión. Yo tampoco quiero perderla. Ni tener miedo, ni acostumbrarme a esta rara mezcla de pena y tristeza -cada vez me cuesta más distinguirlas- que entorpece la respiración. Por eso me paro a mirar las arañas y cazo nubes blancas con los ojos; por suerte, desde la ventana del décimo piso del hospital se ve más cielo que asfalto. Desde aquí, me acuerdo de Machado y sus estelas en el mar, de la mujer precipicio, de que creixen, malgrat tot, les tulipes. Y mientras ensayo caras para encajar las malas noticias -para las buenas no hace falta ensayar-, pienso que un día, seguro que un día, irán tan bien las cosas y pesará tan poco la vida que casi ni nos lo creeremos.

2 comentarios:

  1. M'impactes quan escrius així, amb una veu pròpia i inconfusible, que reconec d'altres trossos de textos teus escampats per la blogosfera. En vull un llibre ja! El deixaré sempre a la tauleta de nit.
    Escriu, escriu, escriu

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  2. Que te pasa guapa? te llevo siguiendo hace muchos años y se me ha hecho un nudito en el estomago. espero que todo vaya bien. un fuerte abrazo

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