martes, 14 de abril de 2015

da hasta miedo seguir

Tembló el mar como una golondrina cuando al fin comprendimos que no podíamos hacer otra cosa sino vivir. 
Ana María Moix, Baladas del dulce Jim

Da hasta miedo seguir
si con tan pocos años pesa tanto la vida.
Idea Vilariño, Poemas anteriores

Podríamos elegir la muerte, pero no. No. Estuvo en casa hace unos días y la echamos a patadas, movidos por algún extraño arrebato, el mismo impulso que nos lleva a pronunciar un "joder" con cara de póquer o a quedarnos callados sin saber qué decir cuando llega la noticia de que ha estado en la casa de otro y se ha salido con la suya. La echamos a patadas como si fuese el peor de los enemigos, alguien nos convenció de que no había que darle ni agua (permanece el eco, después de tantos años: "¿no te he dicho mil veces que no hables con desconocidos?"). Sin embargo, no es la primera vez que viene; algunas otras noches ya habíamos sentido su sigilo merodeando del otro lado de la verja, un viento apacible pero afilado, aunque nunca había osado traspasar el portal. Fue el domingo al mediodía. Entró hasta el comedor. Vino a saciar su apetito de vida pero solo consiguió hacerse con cuatro mordiscos de piel y algún sorbo de sangre -suficiente, seguro, para volver a su caverna y brindar a nuestra salud-. La echamos a patadas por inercia, sin pensar, siguiendo las órdenes de unos de esos imperativos categóricos que pocos se atreven a cuestionarse. Nos enseñaron que ni siquiera había que mirarla a la cara, a ella, a la más desconocida de todos los desconocidos. Pero desde entonces está ahí, cada día, al otro lado de los cipreses que sirven de verja, aguardando el instante en que la presa baje la guardia y pueda clavarle los colmillos en la yugular. Y cada vez es más difícil mantener los cinco sentidos alerta, cada vez es más cansado, cada vez más flojo el eco de la razón y más tentadora la manzana. Podríamos elegir la muerte, pero no. Algo, algún atisbo de quién sabe qué, dice que no. Que no se puede hacer otra cosa sino vivir. Vivir, como si fuese nuestra querencia. A pesar de que dé hasta miedo. O de que pese, tanto, a veces, la vida. 

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