martes, 8 de septiembre de 2015

soltar el hilo

"Seure amb l'esquena 
repenjada al mur.
Assumir els camins cecs, 
les parets altíssimes, 
la corba esmolada de tots els topants.
Respirar els dubtes,
repensar les morts.
Mirar cap amunt:
tots els laberints tenen cel,
i alguns, fins i tot,
tenen terrasses
des d'on es pot veure un tros de mar."

Sònia Moll, "El cel del laberint" (I Déu en algun lloc)

Abro el bolso a toda prisa y tanteo frenéticamente el desorden en busca de la libreta y el boli para empezar a escribir todo esto -aún no sé qué- antes de que termine la canción que ha empezado a sonar -soñar, sonar, sanar- como por arte de magia en el instante y el lugar precisos. No tiene nada que ver con la música de antes ni con la que vendrá después, canciones discotequeras de radio comercial de verano. Pero entre todas ellas ha aparecido esta que ya ni recordaba y que tantas veces había escuchado en bucle en los momentos en que la vida era pozo sin cielo. Ha empezado a sonar justo cuando mis ojos se deslizaban por la última página del libro llenos de lágrimas a punto de estallar, la congoja apretando el pecho con sus manos huesudas, el aleteo de la muerte -tan presente estos días- dejándome la piel helada. Ha empezado a sonar -soñar, sanar- como un mantra y he tenido que cerrar el libro y buscar impulsivamente el cuaderno para escribir don't panic y recordarme que no, que no hay que tener miedo, que lo que tenga que venir vendrá y siempre será mejor tener los ojos abiertos para ver llegar el porvenir -sea el que sea- de cara. Que el miedo no sirve más que para paralizarnos y no dejarnos vivir. Ni sentir. Que no hay que tener miedo y que, aunque nada de esto vaya a pasar sin dejar huella ni vaya a poder ser olvidado, tots els laberints tenen cel y ese cielo hará que la tristeza y el dolor sean cada vez más leves hasta convertirse en una niebla transparente e ingrávida que no entorpezca los pasos. Pienso en la resiliencia y en el arte de saber soltar el hilo de cometa de las cosas que quieres. El arte de aceptar las cicatrices y aprender a lamerse las heridas. El arte de agradecerle a la vida el regalo de haberte dejado ser a ti también cometa para compartir el viento con esas otras que tanto has querido pero que no estaban hechas para la eternidad -nada está hecho para ser eterno-. No sé dónde lo enseñan ni cómo se aprende, pero me encantaría saberlo practicar.

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