No me cuentes tu vida.
No me des la mitad de lo que ya no quieres.
No olvides que el dolor es lo que un golpe
recuerda de nosotros
y si lo tocas,
puede despertarse,
pensar de nuevo en ti.
(...)
¿Para qué conocerte, si te puedo aprender?
Benjamín Prado, "No me cuentes tu vida"
Y quizás un día deje de doler tanto el no entender nada. Quizás el silencio deje de convertirse en pena y se lancen los latidos al vacío sin temor. Quizás pierda el miedo a perderme, a perderte, a perder. Passarà l'hivern i tornaran a niar les orenetes sota la finestra del pis de Costa Fustera. Ja no hi serem per veure-ho, però l'angoixa esdevindrà somriure tan vermell com el record dels geranis florits del balcó. A veces pienso que sin tanto nihilismo la ansiedad vendría a menos. Sin este exceso de escepticismo el mar sería menos gris y la ciudad más azul. Quizás. Pero el dolor dolería igual y las heridas seguirían escociendo con el rozar del viento. Si todo fuese nítido y cálido y alegre, quién sabe si entonces pasarían desapercibidos estos hilos invisibles que hilvanan vida tras lo inerte. Tal vez sin la duda el olor a salitre sería sólo eso, olor a salitre y no la impronta que se cuela cuerpo adentro para aquietar la conciencia y dejar el alma inerme. Sin espinas un erizo no sería igual de tierno. Sin melancolía quizás tus abrazos no se enredasen como hiedra a la piel. Si el mar fuese más azul y la ciudad menos gris, las cenas con amigos, las copas de vino tinto, los poemas, las risas, los sueños, quizás no fuesen más que eso, y no este sentir que algo se remueve por dentro, que brilla un faro, que late la vida tan fuerte que no cabe dentro de ti. Quizás merezca la pena el escepticismo, a pesar de despertar cada mañana en esta ciudad de mar gris, con el implacable deseo de vivir en uno de esos pueblos de mil colores.
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