jueves, 12 de septiembre de 2013

y más lluvia

Se escurren los días de agosto por la boca de la alcantarilla, se deslizan entre las rendijas como colillas mojadas para perderse en los subterráneos de la ciudad. Miro hacia el cielo y las gotas de lluvia parecen alfileres, pedacitos de alambre cortando el aire. Pero solo es agua que resbala por las mejillas y destiñe el poco moreno que se pegó al cuerpo los primeros días de calor, cuando aún era tiempo de soñar que podían cumplirse las mejores promesas. Vuelve a llover y se aleja por los desagües este extraño verano sin mar, las hojas secas del calendario y las cervezas que se quedaron esperando en la barra del bar, mientras se nos llagaba la piel con el peso muerto de las horas perdidas. Todo se escapa río abajo menos el recuerdo, el desapacible recuerdo de aquello que no quiero recordar. Resiste a la corriente y se queda agarrado a las rejas de las cloacas por más que salte sobre sus manos y le pisotee con rabia los dedos. Las ratas de la conciencia roen el dolor con lentitud exasperante. Oigo cómo chirrían sus dientes despedazando la pena y me doy cuenta de que no valdrán treguas hasta que no terminen con su manjar, como tampoco valdrá de nada aplastar los nudillos de la memoria ni conjurar olvidos superficiales. Solo esperar. Contar hasta diez mirando el cielo, dos, tres, cinco y medio, seis. Contar y rezar como un mantra el rosario de los mejores momentos, repasar con los dedos las cenas de sushi y vino, la noche que acabamos en el mar, las postales en el buzón y alguna que otra tarde en la heladería con el monótono ruido de las batidoras de fondo (a pesar de que les tenga un odio tenaz, empiezo a sospechar que tienen la extraña virtud de hacer añicos las tristezas, de triturarlas en mil pedazos para que sea más fácil respirar). Recorrer cada sonrisa para que se grabe en la memoria, risas y miradas que diluyan el poso de lo que no merece la pena recordar. Y entretanto, seguir invocando tormentas que drenen las heridas, agua que limpie la sangre seca y prepare la tierra para sembrar nuevas primaveras.

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