lunes, 9 de septiembre de 2013

Copenhague

Y por qué no, quizás un día me sacuda las manos de polvo para que vuelvan a salir los nocturnos de las yemas de los dedos. Siempre que llueve me acuerdo del piano. También de aquella canción de Vetusta que suena de fondo cada vez que crecen los inviernos en los pulmones. Hoy he salido del coche como si la tormenta no fuese a mojarme, quería acercarme al mar y pisar la arena, pero de repente ha apretado tanto la lluvia que he tenido que volver atrás. Al cerrar la puerta y oír el agua retumbar contra el parabrisas me he dado cuenta de que hubiese preferido quedarme afuera, seguir caminando hasta la orilla y dejar que las olas me mordiesen los tobillos. Me he encendido un cigarro y me he fumado la ilusión de estar allí, al otro lado de los cristales, sintiendo la vida palpitando en la boca, pero lo que he sentido mientras echaba el humo por la nariz era la ropa empapada pegándose al cuerpo. Y entonces me ha venido a la cabeza Macondo y todos aquellos billetes de avión a Copenhague que nunca compré, y venía con la lluvia la canción, ella duerme tras en vendaval, no se quitó la ropa, sueña con despertar en otro tiempo y en otra ciudad. He abierto la ventanilla para dejar salir el humo y escupir la rabia de haber vuelto a meterme en el coche, la resignación de haber perdido la destreza para interpretar a Chopin y de no estar en la arena y de no haber pisado jamás Dinamarca. ¿Dónde estará la frontera entre siempre y jamás? He arrancado el motor sin pensarlo. Quizás otro día sepa quedarme sola bajo la tormenta. Quizás no, seguro.

1 comentario:

  1. "me he fumado la ilusión de estar allí", un text rodó, Sofia! Un plaer llegir-te!

    delesparaules

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