martes, 11 de agosto de 2015

ser rama

Las ramas del granado crecen despeinadas cielo arriba, son largas y endebles y me distraigo viendo cómo se dejan mover al viento a pesar de su fragilidad. Las grietas también siguen creciendo por las paredes de casa -esta casa tan verde, tan vieja, tan bonita, tan sola-, y las hormigas, como cada verano, inventan caminos que nunca nadie sabe de dónde vienen ni adónde van. Otro agosto y otra ausencia, una más para este absurdo catálogo de tristezas desordenadas e inoportunas que son bruma densa atascada en el pecho. Por qué, me digo, por qué con tanto sol y con tanto verde no he aprendido aún a llorar el humo viscoso del desasosiego. Por qué si el verde, si la luz, si tú, si la vida, si el deseo. Por qué, y me tumbo boca arriba bajo el granado del jardín para tratar de aprender de las ramas a moverme con el viento y a trepar. 

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